Granada, la Jerusalén que pudo ser
Antonio-Bernardo Espinosa Ramírez
Granada, Obra Social de CajaGranada, 2008
Una ciudad que no tiene historia, u oculta parte de ella, o sólo la conocen algunas minorías de eruditos y realmente interesados, indefectiblemente cae en el mito y en la ensoñación sobre sí misma. El nombre de Granada está ineludiblemente unido a la Historia de España de manera destacada. La conquista del último reducto musulmán del territorio hispano cierra un proceso que da lugar a la afirmación de un estado nuevo del que, queramos o no, somos herederos. Granada representa también para los musulmanes de todo el mundo la pérdida de una grandeza pasada; en el imaginario popular Granada se convierte en la voz recurrente que llama a la grandeza que fue, y como tal es utilizada hoy desde sectores fundamentalistas o populistas del mundo musulmán. Pero entre la afirmación hispana y pérdida musulmana, Granada cuenta con otra historia, una historia menos conocida que, entre las dos grandes interpretaciones, ha pasado desapercibida, interesadamente la mayor parte de las ocasiones: la historia de los pobladores que le dieron su nombre y que hizo que los conquistadores árabes la llamaran Garnata al-Yahud, la Granada de los judíos.